EL DIOS QUE YO CONOZCO

20 agosto

Génesis 3:20 "Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva"

"Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes" (Génesis 3: 20).

Llamó Adán el nombre de su mujer, Eva
Este versículo no es una confusa interpolación introducida en el contexto del relato de la caída y sus consecuencias, tal como sostienen algunos comentadores. En cambio muestra que Adán creía en la promesa concerniente a la "simiente" de la mujer, creencia que se revela en el nombre que dio a su esposa.

Eva, jawwah. Jawwah significa "vida". La LXX traduce esta palabra como ζωη [zôê] ("vida"):

και εκαλεσεν Αδαμ το ονομα της γυναικος αυτου Ζωη οτι αυτη μητηρ παντων των ζωντων

El término jawwah es una antigua forma semítica que también se encuentra en arcaicas inscripciones fenicias; sin embargo ya no se usaba en hebreo en el tiempo cuando se escribió el Pentateuco. Se ha considerado esto como una indicación de que Adán hablaba un antiguo idioma semítico. Si Moisés hubiese usado un equivalente hebreo de su época, habría escrito el nombre de la mujer jayyah, en vez de jawwah; pero al dar el nombre usando una palabra arcaica, revela que su conocimiento se remonta al pasado remoto. La palabra jawwah fue transliterada Ευα [Eua] en Génesis 4: 1, en la LXX:

Αδαμ δε εγνω Ευαν την γυναικα αυτου και συλλαβουσα ετεκεν τον Καιν και ειπεν εκτησαμην ανθρωπον δια του θεου

De allí viene nuestra palabra "Eva".

Ella era madre
Adán dio a su esposa el nombre de "la que vive". Lo hizo por fe, porque veía en ella a la "madre de todos los vivientes", en un momento cuando su sentencia de muerte acababa de ser pronunciada. También contempló más allá de la tumba, y vio en la simiente prometida a su mujer a Aquel que devolvería a ellos y a sus descendientes la inmortalidad que habían perdido legalmente ese día. En vez de llamarla con melancolía y desesperación -como podría esperarse debido a las circunstancias- "la madre de todos los sentenciados a muerte", él fijó los ojos por fe en su Juez, y antes de que ella diera a luz su primogénito, la llamó con esperanza "la que vive". Ciertamente, la fe fue para él "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11: 1).