EL DIOS QUE YO CONOZCO

21 agosto

Génesis 3:22, 23 "Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros"

"Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado" (Génesis 3: 22, 23).

Como uno de nosotros
El hombre se había enterado de su castigo y del plan de redención, y se le habían proporcionado vestimentas. Por su desobediencia había conocido la diferencia entre el bien y el mal, al paso que Dios había procurado que obtuviera ese conocimiento mediante su espontánea cooperación con la voluntad divina.

La promesa de Satanás de que el hombre llegaría a ser "como Dios" tan sólo se cumplió en que el hombre ahora conocía algo de los resultados del pecado.

Alargue su mano
Inmediatamente después de la caída fue necesario evitar que el hombre continuara comiendo el fruto del árbol de la vida, para que no se convirtiera en un pecador inmortal. Por el pecado, el hombre había caído bajo el poder de la muerte. De manera que el fruto que producía la inmortalidad ahora sólo podía provocarle daño.

La inmortalidad experimentada en un estado de pecado, y por lo tanto en una desventura eterna, no era la vida que Dios concibió para el hombre. Negar al hombre acceso a ese árbol vivificador fue tan sólo un acto de misericordia divina que quizá Adán no apreció plenamente en ese tiempo, pero por el cual estará agradecido en el mundo venidero. Allí comerá eternamente del árbol de la vida por tanto tiempo perdido:

"En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones... Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad" (Apocalipsis 22: 2, 14).

Al participar de los emblemas del sacrificio de Cristo, tenemos el privilegio de comer por fe del fruto de aquel árbol, y de vislumbrar confiadamente el tiempo cuando podamos arrancar y comer su fruto con todos los redimidos en el paraíso de Dios.