"Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás" (Génesis 2: 17).
La prohibición estaba acompañada de un severo castigo de la transgresión: a saber, la muerte.
Algunos han pensado que las palabras que expresan el castigo requerían su ejecución en el mismo día en que se violara la orden. Ven una discrepancia seria entre el anuncio y su cumplimiento. Sin embargo, el anuncio divino "el día que de él comieres, ciertamente morirás" -literalmente, "muriendo, tú morirás"- significa que se pronunciaría la sentencia en el día de la transgresión.
El hombre pasaría del estado de inmortalidad condicional al de mortalidad incondicional. Así como antes de su caída Adán podía estar seguro de la inmortalidad, así también, después de esa catástrofe, era segura su mortalidad. Esto es lo que implica la declaración comentada, más que una inmediata muerte física.
Dios requería que el hombre hiciera una elección de principios. Debía aceptar la voluntad de Dios y someterse a ella, confiando en que le iría bien como resultado; o bien, si por su propia elección hacía lo contrario, cortaría su relación con Dios y, probablemente, llegaría a ser independiente de él. Pero la separación de la Fuente de la vida, inevitablemente sólo podía traer la muerte.
Todavía son válidos estos mismos principios. El castigo y la muerte son los resultados seguros de la libre elección del hombre de dar rienda suelta a la rebelión contra Dios.