"Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales" (Génesis 3: 7).
¡Qué ironía hay en estas palabras que registran el cumplimiento de la ambigua promesa de Satanás!
Fueron abiertos los ojos de su intelecto: comprendieron que ya no eran más inocentes.
Se abrieron sus ojos físicos: vieron que estaban desnudos.
Se hicieron delantales
Estando avergonzados en su presencia mutua, procuraron evadir la deshonra de su desnudez. Sus delantales de hojas de higuera eran un triste sustituto de las vestimentas radiantes de inocencia que habían perdido legalmente. La conciencia entró en acción. Que su sentimiento de vergüenza no tenía sus raíces en la sensualidad sino en la conciencia de culpa delante de Dios es evidente porque se ocultaron de él.
La única inscripción antigua que muestra alguna semejanza con el relato de la caída del hombre, como se presenta en la Biblia, es un poema bilingüe sumeroacadio que dice:
"La doncella comió aquello que era prohibido, la doncella, la madre del pecado, cometió mal, la madre del pecado tuvo una penosa experiencia" (A. Jeremías, Das Alte Testament im Lichte das alten Orients [El Antiguo Testamento a la luz del antiguo Oriente], pág. 99. Leipzig, 1930).