"Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?" (Génesis 3: 9).
¿Dónde estás tú?
Adán, que siempre había dado la bienvenida a la presencia divina, se ocultó ahora. Sin embargo, no podía esconderse de Dios, quien llamó a Adán, no como si ignorase su escondedero, sino para hacerlo confesar.
Adán, que siempre había dado la bienvenida a la presencia divina, se ocultó ahora. Sin embargo, no podía esconderse de Dios, quien llamó a Adán, no como si ignorase su escondedero, sino para hacerlo confesar.
Adán procuró ocultar el pecado detrás de sus consecuencias, su desobediencia detrás de su sentimiento de vergüenza, haciéndole creer a Dios que se había ocultado por la turbación provocada por su desnudez.
Su comprensión de los efectos del pecado era más aguda que la del pecado mismo.
Aquí, por primera vez, somos testigos de la confusión entre el pecado y el castigo, que caracteriza al hombre en su estado caído. Se sienten y detestan los resultados del pecado más que el pecado mismo.